A colación del artículo anterior, donde mencionaba la espera en pos de ese momento, donde nuestro esfuerzo, dedicación y como siempre esa pizca de suerte se unen. Paso a relatar lo acontecido este fin de semana a bordo del Jaketon.
Empezamos la jornada con mal pie, dado que una pequeña avería en el coche nos retraso lo suficiente para que cuando enfilamos la bocana, el día ya había despuntado. Una vez puesto rumbo al primer caladero, donde jornadas antes habíamos sondado un fondo interesante.
Una vez anclados en el sitio, comenzamos a largar líneas. Al poco tiempo sube nuestra primera captura un pequeño pagel que fue liberado. Buenas sensaciones al comienzo que poco duraron, la falta de un viento de dirección constante y una corriente definida no hacia nada fácil posicionar el barco correctamente sobre el pequeño caladero. Tras una hora perdida decidimos cambiar de caladero a aguas más abiertas.
Después de levar anclas y 45 minutos de trayecto, llegamos al nuevo caladero. Esta vez sí, desde el comienzo, la actividad fue mayor y las primeras piezas (fanecas, besugo blanco, etc...) comenzaron a subir a bordo del Jaketon. Pese a ello, las cañas destinadas a piezas mayores sufrían el exceso de morralla y era difícil mantenerlas en el agua.
Cuando el día parecía llegar a su fin, llego el gran momento. Al grito de "llevo algo grande...", que la puntera de la caña delataba por su curvatura buscando el mar. Primeras cabezadas de la pieza intentando volver a su querido fondo seguidas de una intensa lucha.
La paciencia del pescador en su afán por llevar la pieza a la superficie, el manejo del freno del carrete, el bombeo de cada uno de los metros que recuperamos hacia la superficie, fue la antesala de la frase preferida de todo pescador "Prepara el salabre..." y por fin después del esfuerzo, la recompensa aflora a la superficie. Una hermosa Gallina (Wiki)